Hoy es uno de esos días en los que mi estado de ánimo depende de un frasco de pastillas.
Me hubiera encantado quedarme en casa, dormir un par de horas más para levantarme fresca, con excelente actitud y poder suspirar tranquila, inhalando una gran dosis de aire que me cargue de energía positiva, estirarme hasta casi tocar el techo de mi habitación y que truene cada una de las vértebras de mi espalda que últimamente se siente muy contraída.
Vestirme con ropa cómoda y tenis, hacer un poco de ejercicio, sudar todas las toxinas que he consumido durante las últimas semanas de muy diversas maneras. Darme un buen baño con agua fría para quitarme el calor de la humedad del clima y con ello, el sudor que por lo general no me incomoda, pero que llega a ser desagradable después de la actividad del día.
Salir a caminar un poco con el perro que ha vuelto a casa mejor de salud, pero que aún luce delicado por su pequeñez y por la calma que me transmite cuando me mira cazándome, mientras corre por todas las habitaciones, llevando y trayendo cada vez, un nuevo juguete.
Quisiera llevarlo a un parque grande, donde pudiera dar rienda suelta a su inquietud, jugar con otros perros que anden por ahí, soltarle su cadena, tirarme al pasto a leer un poco con los audífonos bien puestos mientras mi perro va y viene trayendo todo cuanto encuentra a la hora de realizar su papel de explorador.
Sentir el sol en todo su esplendor, iluminándome la piel y dejando su huella encima con un hermoso color, disfrutando de los cambios en los matices del cielo, viendo cómo las nubes tapan al sol amenazando con vaciarse encima de nosotros, pero después abriendo paso de nuevo al sol para que brille de una manera hermosa y a la vez un tanto asfixiante.
Regresar a casa y preparar una deliciosa comida, inventar una receta, abrir una botella de vino y sentarme en el sillón con música que complemente la exquisitez del momento. Darle de comer también al perro porque es demandante, recostarme, cerrar los ojos y poner la mente en blanco sin quedarme dormida pero sin inquietarme por algún pendiente ya sea personal o laboral.
Después de esa relajación, levantarme, arreglarme un poco y jugar de nuevo con el perro para después verme con algún amigo para tomar un café o un par de tragos, disfrutar una buena charla, recordar viejos tiempos y hacer planes para otros momentos de convivencia.
Regresar a casa, saludar a Rumi que como siempre está inmersa en su cibermundo y sentarme a ver alguna película de esas que sólo son para terminar el día con una buena sonrisa. Jugar otro rato con el perro y después ir a la cama sabiendo que mañana sí iré a la oficina, pero que hoy fue un día diferente.
Todo eso hubiera querido hacer hoy, así es como me hubiese gustado que fuera mi día...
Tomaré otra pastilla para terminar con mis pendientes, estar lo más tranquila y “de buen humor” que me sea posible y seré mujer de pocas palabras…
Me hubiera encantado quedarme en casa, dormir un par de horas más para levantarme fresca, con excelente actitud y poder suspirar tranquila, inhalando una gran dosis de aire que me cargue de energía positiva, estirarme hasta casi tocar el techo de mi habitación y que truene cada una de las vértebras de mi espalda que últimamente se siente muy contraída.
Vestirme con ropa cómoda y tenis, hacer un poco de ejercicio, sudar todas las toxinas que he consumido durante las últimas semanas de muy diversas maneras. Darme un buen baño con agua fría para quitarme el calor de la humedad del clima y con ello, el sudor que por lo general no me incomoda, pero que llega a ser desagradable después de la actividad del día.
Salir a caminar un poco con el perro que ha vuelto a casa mejor de salud, pero que aún luce delicado por su pequeñez y por la calma que me transmite cuando me mira cazándome, mientras corre por todas las habitaciones, llevando y trayendo cada vez, un nuevo juguete.
Quisiera llevarlo a un parque grande, donde pudiera dar rienda suelta a su inquietud, jugar con otros perros que anden por ahí, soltarle su cadena, tirarme al pasto a leer un poco con los audífonos bien puestos mientras mi perro va y viene trayendo todo cuanto encuentra a la hora de realizar su papel de explorador.
Sentir el sol en todo su esplendor, iluminándome la piel y dejando su huella encima con un hermoso color, disfrutando de los cambios en los matices del cielo, viendo cómo las nubes tapan al sol amenazando con vaciarse encima de nosotros, pero después abriendo paso de nuevo al sol para que brille de una manera hermosa y a la vez un tanto asfixiante.
Regresar a casa y preparar una deliciosa comida, inventar una receta, abrir una botella de vino y sentarme en el sillón con música que complemente la exquisitez del momento. Darle de comer también al perro porque es demandante, recostarme, cerrar los ojos y poner la mente en blanco sin quedarme dormida pero sin inquietarme por algún pendiente ya sea personal o laboral.
Después de esa relajación, levantarme, arreglarme un poco y jugar de nuevo con el perro para después verme con algún amigo para tomar un café o un par de tragos, disfrutar una buena charla, recordar viejos tiempos y hacer planes para otros momentos de convivencia.
Regresar a casa, saludar a Rumi que como siempre está inmersa en su cibermundo y sentarme a ver alguna película de esas que sólo son para terminar el día con una buena sonrisa. Jugar otro rato con el perro y después ir a la cama sabiendo que mañana sí iré a la oficina, pero que hoy fue un día diferente.
Todo eso hubiera querido hacer hoy, así es como me hubiese gustado que fuera mi día...
Tomaré otra pastilla para terminar con mis pendientes, estar lo más tranquila y “de buen humor” que me sea posible y seré mujer de pocas palabras…